
Durante mi niñez tuve una pesadilla que lo soñaba hasta despierto.
Era una vez una hormiguita caminando por un arenal caliente, cargando granos de arena y piedras pequeñas, pero aun así, 10 veces mas grande que ella. Se conducía mirando su sombra hacia una pared que asomaba sobre las dunas. Dicha pared era una muralla que sólo puede compararse con su gemela en la frontera entre China y la región mongólica.
Nada mas existía al rededor, absolutamente nada. El cielo era prácticamente blanco y no por las nubes, más bien por el intenso brillo del sol, y las sombras eran negras como el corazón de Bush.
En mi entendimiento infantil no cabía mas respuesta que esta hormiguita era la que construía sola, esta inmensa muralla. No sé si fueron generaciones de ella o solamente ella, porque para que la haga sola debía tener vida eterna y alimentarse de la luz solar, pues nada mas había sol, arena y naturalmente, piedrecitas.
Mi perspectiva de la escena de la hormiga construyendo fue creciendo, al punto que entre las dunas había alguien observando a la hormiga. Esto que miraba a la hormiga era tan grande que al principio ni se notaba pues inundaba completamente el fondo del cuadro.
Mirándolo bien, este algo era una mole, una figura humanoide muy robusta con los brazos y el cuerpo como si estuviera hecho de arcilla semiseca que se cuarteaba poco a poco.
Esta mole miraba con una seriedad única a la hormiga en su labor incesante, con el seño fruncido. La miraba con cólera o frustración extrema por no ser capaz de ayudarla o tal vez por la demora de la hormiga por terminar la obra, pero el era incapaz de poder hacer una muralla como la hormiga, ya que a sus manos la piedra mas grande se escapaba como un grano de sal. Pero envidiaba a la hormiga por hacer algo maravilloso en ese universo donde tan solo el podía observar. Prácticamente todo a sus manos era inprensible o incogible (no se que palabra usar) excepto la muralla de la hormiga.
La ira de la mole es como observar la nata de la leche al hervir, lentamente y amenazante. La mole gritaba y explotaba al mirara a la hormiga levantar su enorme muralla con paciencia y tesón. Y la mole comete un crimen, en realidad realiza la única acción que podía hacer en ese universo, y esa única acción era un crimen. Tocar la muralla. Y al hacerlo la destruía, se desvanecía como por arte de magia. Al ver su torpeza, la mole enloquecía y destruía violentamente toda la muralla, gritando desesperadamente.
Pero la hormiga no hacia caso de la Mole, para la hormiga la mole no existía y sus gritos eran gritos del fondo del universo que no escuchaba, y la destrucción de su trabajo no le agobiaba. Era como si nunca esperara terminar y que si este o no la muralla avanzada ella nunca dejaría de construirla, nunca!!
La mole después de destruir la muralla sentada en la arena llora por su impulso destructor y dañino. Y llorando sin lágrimas observa a la hormiga levantar la muralla pacientemente. Mil años tarda la hormiga en llegar al punto de la primera destrucción, y mil años observa la Mole la tarea de la hormiga, sin tocar la muralla, pero mil años observar a la hormiga levantar la muralla grano a grano, recarga la tensión de la Mole y el llanto que le ayudo a desahogar su ira ya es una leyenda. La Mole está cargada de furia nuevamente, frustrada reacciona destruyendo la muralla otra vez y la hormiga reinicia o continúa la construcción de la muralla y como fondo el llanto de la Mole iracunda, y así hasta el final de los tiempos.
¿Acaso no es una pesadilla?
Autor: Julio Arturo Rabanal Reina
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